A las 9:40 de la mañana de un lunes, los familiares de dos personas fallecidas el día anterior esperan la entrega de los cuerpos frente a la morgue del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), ubicada en el cementerio Cristo Redentor. Las condiciones de espera son deplorables: sin una sala digna, los familiares se resguardan bajo dos carpas, sentados en bancos de cemento sin espaldar, sin acceso a baños ni fotocopiadoras, y expuestos al mal olor a putrefacción.
El equipo de Telenoticiero, presente en el lugar, intentó hablar con el personal del Inacif, pero estos se negaron a responder preguntas. Las familias esperaban desde las 8:00 de la mañana, tras ser informadas de que los médicos legistas aún no habían llegado.
El cúmulo de autopsias, exacerbado por la pandemia del COVID-19, sobrecarga al reducido personal médico. Una fuente anónima reveló que los cadáveres se almacenan en un furgón fuera del recinto, de donde proviene el fuerte olor a descomposición. Los médicos forenses trabajan en condiciones inadecuadas, con bajos salarios y sin suficientes recursos.
La situación afecta tanto a ricos como a pobres, como lo relata Julio César de la Rosa Tiburcio, quien tras perder a su hijo en un accidente de tránsito, vivió una odisea para identificar y retirar su cuerpo. Demandó mejores condiciones para el tratamiento de los cuerpos en el Inacif, destacando la necesidad de un instituto de medicina legal digno.
Al mediodía, el primer cadáver del día, el de una niña, fue entregado a su familia. La falta de personal y las condiciones precarias en la morgue del Inacif requieren una intervención urgente para asegurar un trato digno a los fallecidos y sus familias.