Entre los trends de TikTok, situarse en el top de las listas internacionales (con música criolla, además), y las estratégicas apariciones de Bad Bunny en los televisores y las redes sociales del mundo entero, el artista ha demostrado lo bueno que puede ser tomar un riesgo.
En una hora y dos minutos, sus 17 canciones nos llevan a lo largo de un viaje íntimo a través de las distintas fases del desamor, pero con un marcado enfoque nacional y una firme intención de proteger lo autóctono.
Desde la portada, Bad Bunny nos venía advirtiendo que nos regalaría algo diferente: una abundancia de simbología plasmada en un trasfondo de sencillez. Las dos sillas blancas en el patio, frente a matas de plátano, fueron reconocidas por los demás países caribeños también. Es tan criollo, que nos vimos reflejados.
Es un álbum personal—de desamor, nostalgia y resentimiento—pero, a su vez, es social, político y cultural. Es una advertencia y una plegaria de proteger un país atractivo para los extranjeros y, en ocasiones, abandonado por los locales.