Santo Domingo, República Dominicana – Mayo 2025
Diversos sectores de la sociedad han expresado preocupación ante la reciente propuesta legislativa impulsada por el senador Rafael Barón Duluc Rijo, representante de la provincia La Altagracia, la cual busca sancionar el llamado “discurso de odio” en medios de comunicación, plataformas digitales y espacios públicos.
De acuerdo con el análisis de expertos constitucionalistas y comunicadores sociales, el proyecto —al no definir de forma clara y precisa qué se considera “odio”— podría utilizarse como una herramienta de censura política e ideológica. Esto pondría en riesgo las libertades de expresión, conciencia y religión consagradas en la Constitución de la República Dominicana, particularmente en su artículo 49.
Sectores preocupados alertan que esta ley podría servir para reprimir opiniones críticas hacia determinadas agendas sociales o morales, lo que afectaría directamente a medios de comunicación, líderes religiosos, analistas sociales e incluso ciudadanos comunes que expresan convicciones éticas y morales públicamente.
📌 El precedente internacional: una advertencia necesaria
La experiencia en otras naciones muestra que leyes de esta naturaleza, si no están bien definidas, pueden ser utilizadas para castigar la disidencia. En países como:
- Suecia, tribunales procesaron a líderes religiosos por predicar doctrinas tradicionales.
- Canadá, ciudadanos han enfrentado sanciones por expresar opiniones contrarias a la ideología de género.
- Reino Unido y Alemania, usuarios en redes sociales han sido multados por declaraciones políticas controversiales.
- Francia, la tensión entre libertad de expresión y normas de censura ha generado incluso actos violentos y autocensura en el ámbito académico.
Estos ejemplos evidencian cómo leyes con definiciones ambiguas pueden abrir la puerta a una vigilancia estatal excesiva, inhibiendo la participación cívica y promoviendo un pensamiento único disfrazado de tolerancia.
📣 Llamado al debate abierto y respetuoso
En lugar de promover leyes que podrían usarse para silenciar opiniones legítimas, es imperativo que el Congreso Nacional abra un espacio amplio de consulta pública con juristas, comunicadores, educadores y ciudadanos preocupados por el futuro de las libertades democráticas.
Una democracia robusta no teme al disenso. Lo escucha, lo respeta y lo debate.