El 4 de agosto de 1946, la República Dominicana vivió uno de los momentos más trágicos de su historia cuando un terremoto de magnitud 8.0 sacudió la provincia de Samaná. Aquel fatídico día, alrededor de 100 personas perdieron la vida y más de 20,000 quedaron sin hogar. Cuatro días después, una réplica de magnitud 7.6 continuó causando estragos, ampliando los daños en las regiones de Samaná, Santiago y Puerto Plata.

A pesar de que el número de víctimas fue relativamente bajo debido a una fiesta que se celebraba ese día y mantuvo a las personas fuera de sus hogares, no debemos olvidar el poder devastador de estos fenómenos naturales. El maremoto que siguió al terremoto, con olas de 16 pies de altura, causó la muerte de casi 2,000 personas en la costa de la Bahía Escocesa.

Hoy, más de 75 años después, enfrentamos nuevamente la amenaza constante de terremotos en nuestro territorio. Los recientes movimientos sísmicos alrededor del mundo nos recuerdan que estamos en una zona de alto riesgo, y es imperativo que cada ciudadano se prepare para lo peor. No es cuestión de si ocurrirá otro gran terremoto, sino cuándo.

Es en momentos como estos que muchos ven los desastres naturales como un llamado de atención, incluso como un castigo divino, para que la humanidad reflexione sobre sus acciones. Sin importar la interpretación, lo que es indudable es que debemos actuar con responsabilidad. Prepararse ante lo que pueda venir es esencial: tener planes de emergencia, conocer los puntos de evacuación y fortalecer nuestras viviendas ante los embates de la naturaleza.

Dios nos ha dado señales claras de la fragilidad de la vida y la necesidad de estar siempre listos. El terremoto de 1946 y las catástrofes actuales deben ser un recordatorio constante de que debemos vivir con prudencia y sabiduría, tomando las medidas necesarias para proteger nuestras vidas y las de nuestros seres queridos.

Recomendaciones para estar preparados:

  1. Revisar y reforzar las estructuras de las viviendas.
  2. Mantener un plan familiar de emergencia: Tener rutas de evacuación y puntos de encuentro.
  3. Almacenar provisiones esenciales: Agua, alimentos no perecederos, medicamentos y linternas.
  4. Participar en simulacros de evacuación y conocer los números de emergencia locales.

El tiempo de actuar es ahora. No esperemos a que sea demasiado tarde para estar preparados.

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