El 27 de febrero del año 1980, un día que debía ser de celebración para la República Dominicana, se convirtió en una jornada de tensión y preocupación. La embajada dominicana en Bogotá, en lugar de conmemorar la independencia, se vio asediada por un comando del M-19 que capturó a más de 50 personas, incluyendo a embajadores de Estados Unidos y el Vaticano, en un acto que desafió la diplomacia internacional y puso a prueba la estabilidad política de una nación.
La posibilidad de un rescate armado, promovida por las Fuerzas Militares de Colombia, fue descartada por el presidente Julio César Turbay Ayala, enfrentando la oposición de la CIA y la Casa Blanca. La firmeza de Turbay y la cautela de Washington, preocupados por el impacto de la crisis en la política hacia Latinoamérica, definieron la respuesta a la toma.
El presidente Joaquín Balaguer enfrentó el desafío con una mezcla de prudencia y escepticismo, pues fue una situación que involucraba múltiples naciones y las horas fueron cruciales en la gestión de la crisis. Producto de la incertidumbre, el embajador de Uruguay, Fernando Gómez, resultó herido en un intento de escape, este hecho, aumento la tensión del cautiverio, a pesar de las circunstancias, no se reportaron muertes durante la toma.
El presidente Jimmy Carter y su equipo, marcados por la crisis de la embajada estadounidense en Teherán, mantuvieron una postura clara: NO ACEPTARÍAN NINGUNA OPCIÓN QUE PUSIERA EN RIESGO LA VIDA DE SU EMBAJADOR. La decisión de no involucrarse en un rescate armado y la presión para una solución negociada reflejaron la prioridad de la vida humana sobre la confrontación.
La crisis, que se extendió por 61 días, fue un periodo de incertidumbre y negociaciones intensas. Rosemberg Pabón, el ‘comandante Uno’, lideró la toma, exigiendo la liberación de guerrilleros encarcelados y un rescate millonario, la situación acaparó la atención mediática global, y las demandas del M-19, que inicialmente ascendían a 50 millones de dólares, se negociaron a poco más de un millón de dólares, junto con el traslado seguro de los guerrilleros y los últimos rehenes hacia Cuba; mismas exigencias que se cumplieron y fueron liberados el 27 de abril del año 1980.
La crisis de la embajada dominicana en Bogotá subraya el valor incalculable de la Convención de Viena sobre las relaciones diplomáticas, reafirmando la diplomacia como piedra angular de la paz y el orden internacional. Este episodio histórico nos recuerda que, en la búsqueda de soluciones pacíficas, la resiliencia, la sabiduría y el respeto por la soberanía son fundamentales para navegar los desafíos globales y salvaguardar la humanidad.